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Carla Suárez, una retirada aún en suspenso

Recluida en su casa familiar de Las Palmas de Gran Canaria, Carla Suárez (31 años) arranca el día poniéndose los guantes y la mascarilla, y dirigiéndose a continuación al Banco de Alimentos de la isla para colaborar en la distribución y el reparto. La pandemia también ha afectado a la recogida y la tenista, que encara o encaraba, porque todavía no tiene claro si este año será el último sobre las pistas o bien estirará un poco más para poder despedirse como ella quería, se dirige al centro para echar una mano.

“Cualquier pequeño gesto es una gran suma”, dice la canaria, que hace cinco meses anunció en Barcelona que esta sería su última temporada, después de toda una vida con la raqueta en la mano y con el deseo de ser madre a corto plazo. El coronavirus, sin embargo, ha dibujado un escenario completamente inesperado y ha emborronado el plan original. Quería dar por última vez la vuelta al mundo y despedirse sin artificios. Pero no así. No en este contexto.

“Hoy día mantengo esa decisión”, contesta a este periódico. “Pero necesito ver qué ocurre en los meses que quedan. Hasta que no se decida todo no volveré a pensar sobre mi retirada. Lo que tengo claro es que si hay una posibilidad de jugar algo el año que viene, no será todo el año. Serán torneos específicos”, prolonga con una alternativa de fondo, puesto que le gustaría sellar definitivamente su carrera sobre la arena de la Caja Mágica de Madrid.

“Aún tenemos meses por delante y lo afronto con optimismo”, dice con la esperanza, cada vez más lejana, de poder competir a final de año. El calendario está patas arriba y ella, al igual que el resto, tuvo que regresar a la carrera a España desde Indian Wells. Aunque reside desde los 18 años en Barcelona, pasa el confinamiento en Las Palmas junto a José Luis, Loli y José, sus padres y su hermano, porque antes de que ocurriera todo ya había planificado viajar a casa para entrenarse durante dos semanas con su equipo.

Entre cine, ajedrez y mandalas

Cuenta que por las mañanas hace ejercicio físico y por las tardes se distrae con los suyos a base de PlayStation, ajedrez y parchís, o dibujando mandalas. Nada que ver con su rutina habitual. “En Barcelona voy al gimnasio, me entreno, fisioterapia… Al vivir sola iba a comprar y hacía las tareas de la casa, pero este confinamiento me ha cambiado totalmente la dinámica”, prosigue la canaria, que en 2016 ascendió hasta el sexto peldaño del ranking y luce uno de los reveses más deliciosos del circuito.

Estos días se ha visto la serie The Bodyguard y la película Hogar, y siendo buena lectora como lo es, ha devorado varios libros de una saga de Elísabet Benavent. Preguntada por una recomendación, cita La última lección, de Jeffrey Zaslow y Randy Pausch, y estos días añora el tenis, pero solo lo justo. “Echo en falta la competición y si se pudieran reubicar torneos y el calendario lo permite soy partidaria de que se volviera a jugar, pero después de tantos años me apetece experimentar cosas diferentes que hasta ahora no he podido hacer por mi carrera deportiva”, indica.

Se despide Carla diciendo que en su mente también habitan algunos proyectos de cara al futuro y que, como todo el mundo, está pasándolo mal: “Tengo muchos conocidos que han dado positivo por coronavirus, pero por suerte se han podido recuperar. Duele ver todo lo que está pasando, ver que las familias están sufriendo. Es difícil de digerir. No creo que el deporte sea hoy una prioridad”.

Nota de Alejandro Ciriza para El País / Foto Banco de Alimentos

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