Juan Espino, El Guapo, a punto de volver a a la UFC tras su lesión

Juan Espino El Guapo', quien vuelve al universo de la lucha libre después de una baja que le ha alejado del ring durante una larga temporada. Entrevistamos al ocho veces campeón mundial de combate de suelo sobre este regreso profesional y los riesgos y secretos que esconde este deporte que lidera.

Juan Espino 'El Guapo' está a punto de volver a la UFC (Ultimate Fighting Championship) para pelear con los mejores luchadores del mundo después de una baja que lo ha tenido fuera del octógono una temporada larga. Es una celebridad en EE.UU. y aquí en España comienza a serlo para la gran mayoría. El gran canario Juan Espino, también conocido como 'El Guapo' (38 años, 1,93 m), un niño que sufrió bullying durante toda su adolescencia, ha sido ocho veces campeón del mundo de Grappling (combate de suelo) y nos confiesa no recordar el número exacto de metales en campeonatos europeos. Lo entrevistamos a su paso por Madrid.

GQ: ¿Por qué te llaman El Guapo?

J.E.: Depende de la modalidad deportiva normalmente te ponen un apodo u otro. Es algo muy tradicional en los deportes de lucha. Por ejemplo, en Canarias, en la lucha canaria, donde empecé, a los luchadores se les llama “pollitos”: “pollito de la frontera”, “pollito de no sé qué”, “pollito de no sé cuanto”… Es hasta honrado que te digan “pollito”. Luego tuve otro apodo. Cuando fui a Senegal, allí a los luchadores les llaman “leones”. Así que si “León de Dakar”, si “león de yo qué sé…”. A mí me llamaron el León Blanco. Y en el caso de Estados Unidos, lo de El Guapo fue por dos motivos. Primero porque también hubo un momento en mi vida en que me empezaron a cambiar bastante las cosas y el tema de arreglarme un poco mejor, de vestirme un poco mejor, me daba confianza en mí mismo. Esa seguridad se extrapolaba a todos los ámbitos de la vida. No solo a la hora de una entrevista, sino también a la hora de la pelea, a la hora de entrenar, a la hora de cualquier asunto. Como me arreglaba un poco, siempre tardaba algo más que los demás en el gimnasio, pues porque me ponía algo en el pelo o cualquier cosa. Allí lo normal es salir corriendo. Pero yo no, yo siempre me entretenía un poco más. Así que siempre decían: “¿Quién falta?”. “Pues ¿quién va a ser?, el guapo, que está arreglándose” y se me quedó. Pero también, en América Latina “guapo” tiene otras connotaciones. ¿Esa canción de Pedro Navaja? Cuando dice “el tumbao que tienen los guapos al caminar”… No se está refiriendo a que Pedro Navaja fuera bonito, sino que lo que quiere decir es que era un valiente.


GQ: O sea, que en Latinoamérica lo de El Guapo funciona muy bien.

J.E.: Exacto. Es como que quiere decir más agresivo, más bravo, más valiente… Por ahí va más la historia del nombre de El Guapo, aunque en España suene diferente. Y como el tema de la lucha en la UFC tiene más calado internacional que nacional pues, en parte, tampoco cómo suene aquí me preocupe demasiado. Es un nombre que funciona muy bien en América.

GQ: ¿Cómo lo pronuncian? Hay combates donde hemos oído que te llamaban ¡El Chapo!

J.E.: Sí, sí, sí… (risas). Tengo que decirles “El Chapo no, El Guapo y tal”… En fin, es un deporte donde los que son buenos ganan y los que son más malos pierden. Aparte de todo esto, hay otros detalles que lo caracterizan, por ejemplo, todo esto de tener una frase, un estilo, un nombrete que funcione…

GQ: Hay que conseguir que el público te reconozca.

J.E.: Exacto, que te reconozcan también por algo más. Para mí era una situación un poco incómoda al principio, cuando llegué a EE.UU., porque allí se usa mucho el trash-talking. El trash-talking es hablar mal de tu oponente, insultarlo. Y yo no me sentía bien con ese lenguaje. No quería que los niños o los jóvenes se fijaran en mí por hacer esas cosas, por estar insultando a la gente o por discutir de forma violenta.

GQ: No es tu estilo, no eres tú.

J.E.: No, no es mi esencia ¿sabes? Yo no soy una persona violenta. Soy una persona muy normal que puede tener mis momentos y me equivoco y fallo como cualquiera ser humano pero… no, no, no… No me gusta ese estar insultando todo el tiempo. Es que no hace falta insultar para llegar a las manos. No hace falta estar faltando el respeto para pelear.

GQ: En el reality en el que participaste, lo que pasó con Maurice, que te insultaba todo el tiempo…

J.E.: Bueno, el tema es que me insultaba y yo miraba y me sonreía y me seguía insultando y yo siempre decía: “bueno, me voy a marchar”.

GQ: Y ¿solo era así cuando grababan las cámaras?

J.E.: ¡No, no, no! Eso fue durante todo el programa, que duró tres meses. Una noche se pasó. Yo me iba a dormir y el tío se metía en mi habitación silbando a las dos de la mañana y tenía un silbido, una canción especial… Luego, por ejemplo, me ponía a hacer la cocina. Claro, allí estamos todos viviendo en la misma casa. Pues si me ponía a hacer un sándwich o me ponía a preparar lo que sea, el tío se ponía a silbarme al lado, siempre el mismo silbido, el mismo silbido, el mismo silbido… Bueno, no sé. Al fin y al cabo, en una época se gana y en otra época se pierde. Esto llegará un momento que se acabará, pero yo estoy intentando dejar mi trabajo en lo más alto. Ser lo mejor posible para cambiar un poco el concepto que existe de este deporte. Te cuento todo esto porque también va vinculado a la historia de los nombretes ¿sabes? Cada nombre ha tenido una época y una lucha y ahora, El Guapo es el que se conoce a nivel internacional y eso es lo que estoy haciendo ahora.

GQ: ¿No crees que es bueno cambiar, como estas haciendo tú, esa imagen que tiene la gente de este deporte? Como en tu caso, donde valores como el respeto, la humildad tomen protagonismo.

J.E.: Mira el caso de la humildad yo creo que hasta cierto punto está sobrevalorada. Lo único que yo intento es no ser soberbio, que no significa ser humilde. La humildad, como tal, significa mucho más que evitar algo… Pero claro, hoy por hoy, en la UFC tenemos tan a flor de piel lo del trash-talking, este hablar por hablar, este presumir, este chulear… que no hacer eso ya es ser humilde. Pero no, tampoco es eso.

MUCHAS DE LAS PERSONAS QUE FUERON MIS REFERENTES HOY POR HOY SON MIS AMIGOS.

GQ: Es simplemente ser respetuoso.

J.E.: Claro, sí, saber que cada uno tiene su opinión, que cada uno puede llegar hasta donde quiera, intentar tener unos valores, una educación… Tener conciencia que esto lo ven muchos jóvenes, lo va a ver tu madre, lo van a ver tus hijos, en mi caso cuando los tenga si los tengo… Entonces, yo con Maurice, por ejemplo y volviendo al tema, le decía: “Tío, tu comportamiento lo están viendo los padres de los niños que juegan con tu hijo y cuando tus hijos hagan un cumpleaños, si yo soy el padre de los niños, a los míos no los dejo ir al cumpleaños de los tuyos porque tu eres un borracho y eres un mal criado. ¡Qué educación le das a tus hijos! ¡Y qué imagen de ti das a toda la gente que ve esto! Y ahí el tío se quedó como diciendo: “Ostia, pues igual tiene razón”. De todas formas, volvió a beber y se volvió a liar. Pero es lo que yo digo: seamos un poco responsables. Aunque yo tengo la teoría de que lo que esto demuestra es otra cosa. Y es la carencia de talento. Con este tipo de comportamientos se intenta tapar todo esto. Yo no sé si voy a ser campeón, ni si voy a estar entre los mejores o si las siguientes peleas me van a dar una paliza. Pero lo yo sé es que lo que he hecho lo he hecho lo mejor que he podido. Hasta aquí he llegado y me he mantenido en una línea que para mí es la más correcta, o lo más educada, o lo más cívica que yo he podido mantener.

GQ: Tu caso con Maurice fue un poco como Nurmagomedov con McGregor. ¿No te parece?

J.E.: Sí. Fue ahí donde salió el famoso: “¡Aquí es donde se habla! Aquí es donde me tienes que decir todo lo que me estás diciendo y no estar tocándome las narices” (refiriéndose al octógono). Pero bueno, en mi vida he tenido la mala suerte o la suerte, nunca se sabe, de tener a otras personas similares que me han estado molestando intensamente. Yo tuve una adolescencia muy complicada. Pero está claro que si te pones a matar tontos no vas a acabar nunca… (risas).

GQ: ¿Qué parte hay de espectáculo y qué parte hay de verdad en la UFC? Sois una especie de gladiadores modernos. Y luego, está el reality donde arrasaste…

J.E.: A ver, el reality show fue una cosa que duró tres meses. Me salió bien, gané y tuve un contrato gracias a esto con la UFC. De hecho es lo que voy a hacer ahora en 2020. Son tres años y seis peleas dentro de esos tres años. Pero como este año he estado lesionado, me han congelado el contrato. Así que empezamos en 2020 a contar esos tres años. ¿Qué ocurre? Para ser más pay per view, para vender más, para ser más llamativo, la gente utiliza esa forma de comportarse. ¿A quién no le suena McGregor? Sobre todo por lo mal que lo hizo, por comerse fotos, tirar botellas, hacer de mal criado… Él lo puso de moda y después todo el mundo lo empezó a hacer. Esto nos ha puesto a la altura del boxeo y otros deportes, pero también ha evidenciado lo que comento, el tema de la educación, el hecho de que no todos los deportistas que estamos aquí somos así. No todos somos personas tan poco cívicas. No soy el más apropiado para dar lecciones de moral, pero estas actitudes tan irrespetuosas me dejan a mí como si yo fuera un santo.

GQ: Tienes un récord de 9-1 en las Mix Marcial Arts.

J.E.: Sí, en la profesional sí.

GQ: Y quiénes fueron tus referentes cuando empezaste.

J.E.: Bueno, es gracioso porque muchas de las personas que fueron mis referentes hoy por hoy son mis amigos. Me acuerdo de ver a Héctor Lombard. Yo tenía foto de él todo lleno de sangre. Y dices: “Ostia este tío…”. Me impactaba, porque el tío en la foto estaba fortísimo, todo lleno de sangre… Y hoy por hoy es amigo mío. Ha estado en Canarias, ha venido a verme… Después uno de los trabajos psicológicos que yo hacía cuando empecé lo desarrollaba con una foto de Junior Cigano. Yo le recorté la cara y puse una foto mía en sus sitio, porque era una de las visualizaciones que hacía para llegar a la UFC, para motivarme. Me levantaba todas las mañanas y me decía a mí mismo: “Oye voy a estar así. Voy a llegar ahí”. Hoy por hoy también Cigano es amigo mío. Hablo con él, entreno con él… ¿Y quién más? Pues hombre, Santiago Ponzinibbio, un tío que salió de la nada desde Argentina, tuvo que emigrar, lo metieron en Brasil, le daban palizas de muerte y el tío siguió, siguió y, siguió y está en la actualidad entre los cinco mejores del mundo. Hay muchos que han sido importantes para mí. No tengo uno en concreto. Me gustaba mucho, a lo mejor, la época de Caín Velazquez… aunque, hoy por hoy, ya lo veo de otra manera.

GQ: Hoy por hoy tú eres el referente. Hay un nivel de espectáculo importante en la UFC. ¿Qué parte hay de espectáculo y qué hay verdad?¿Cómo es esta vida de gladiador moderno?

J.E.: Bueno, yo intento decirle a las personas que todo esto que ven en los vídeos o en YouTube, donde se ven veinte vídeos en unos minutos, veinte vídeos de mis peleas… Igual hay quien lo ve y se envalentona y dice: “Ostia, lo quiero hacer”. Yo les digo que hay otra parte que no se ve. Yo llevo años sufriendo, aguantando dolores, lesiones, esto y lo otro… Es un deporte muy duro, te juegas mucho, tu integridad física… y aunque no suele pasar porque creo que es la segunda o la tercera persona que muere por una pelea, hace unos días murió una chica.

GQ: ¿En el mismo ring?

J.E.: No, murió después por los golpes que se llevó. La llevaron al hospital y murió. Muy triste. Pero bueno, estamos lejos de las muertes que pasan en la apnea, en el paracaidismo, en la Fórmula Uno o en el motociclismo. El porcentaje es muy inferior, pero sí es verdad que es un deporte muy agresivo, muy duro y hay que ser muy consciente y saber dónde te estás metiendo. Por eso les digo a los que les guste grabar un vídeo, que se graben pegándole al saco, entrenando, que se pongan un casco y haga esparring pero el salto a profesional es un tema muy duro. Hay que hacerlo con cuidado entonces. Cuento todo esto porque a mí me pasó. Yo al principio era muy inconsciente y hacía las cosas por inercia.

"LA LUCHA SENEGALESA TIENE UN BOXEO SIN GUANTES, PERO NO SOLO ESO: NO TIENES PROTECTOR BUCAL, NO TIENES COQUILLA… TE PUEDEN DAR BIEN"

GQ: ¿Cómo es el momento previo al combate?

J.E.: Al principio lo pasaba mal. Es el momento ese en que te decías: “Pero, yo qué hago aquí? ¿Quién me mandó a mí a pelear?” y te contestabas: “Llevo no sé cuantos años, o no sé cuantos meses preparándome, pensando en esto, y ahora ¿no quiero?”. Pero claro, esos son los miedos que por otro lado son los que te hacen sentir vivo. Es una sensación que está fuera de tu control y eso es una experiencia que te guardas. El no controlar la conversación de tu mente… una situación de decir: “¿Ostras, qué pasa?”. Pero un día hubo un punto de inflexión en una de las peleas donde me dije: “Lo estoy pasando mal antes de pelear. Pero yo vengo aquí porque me gusta. Así que busqué un coach deportivo y trabajé mucho todo lo que puede pasar en ese previo. Hoy por hoy es uno de los mejores momentos: la hora de competir.

GQ: ¿Cómo es la UFC tras las bambalinas? ¿Quién maneja el cotarro?

J.E.: Dana White es el presidente y la cara visible. Él interactúa bastante con los peleadores. Nos trata genial. Aunque realmente los que más mandan son los matchmakers, que son las personas que se encargan de hacer las peleas. Trabajan miles de personas: médicos, producción, periodistas… Es una maquinaria tremenda, una liga increíblemente buena. A mí me encanta trabajar con ellos. Tienen a los mejores peleadores del mundo y las mejores peleas. Eso sí, como pierdas dos o tres, fuera, ¿Sabes? El que entra en la UFC entra para lo que entra, para ganar todas las peleas, para estar entre los mejores o vete buscando otra liga. Hoy por hoy es el evento que mejor paga.

GQ: ¿Y como es vuestro contrato? Estaréis blindados a todos los niveles.

J.E.: Estamos súper asegurados. Sí. Como en cualquier deporte. Antiguamente no ocurría así. Pero hoy en día nos tienen muy controlados. De hecho, la UFC me mandó anoche un mensaje: “Juan, necesitamos saber donde estás”. Ellos tienen que conocer exactamente dónde estoy cada día por los temas de control de dopaje. Si tomas cualquier tipo de estimulante, cualquier droga, con ese incremento de potencia eres más peligroso y tienes más porcentaje de causar cualquier desgracia.

GQ: Claro, no es justo.

J.E.: No es justo en ningún deporte pero es que aquí además, como en el boxeo y demás, estas haciéndole mucho más daño al contrincante. Por lo tanto, controlan mucho. Para una pelea te hacen todo tipo de analíticas de sangre, te miran el tema hepático, te miran las retinas, te hacen un escáner cerebral… Tienes un médico allí que te controla al máximo. Antes de pelear te sigue mirando, y según sales al primero al que ves es al médico que te toca las manos, te reconoce… Es el mismo médico que te ha llevado siempre. Entonces lejos quedan aquellas locuras mías cuando iba a Senegal que peleaba sin guantes. Si estos guantes parecen duros (refiriéndose a los de la UFC), imagínate pegarte sin guantes. La lucha senegalesa tiene un boxeo sin guantes, pero no solo eso: no tienes protector bucal, no tienes coquilla… Te pueden dar bien. Mira esto (mostrando los nudillos de las manos). Es la señal de un diente. Yo tenía al tipo agarrado por aquí, le estaba dando y en una de estas me veo el diente ahí clavado.

GQ: ¡Se te quedó el diente clavado!

J.E.: Sí, pero a lo que voy es: ¿Dónde están los controles, las analíticas?. Y qué sé yo si ese tío tiene hepatitis, o vete tú a saber… ¿Entiendes?

"TODO EL MUNDO QUIERE QUE SE HAGA UNA UFC EN ESPAÑA, PERO A LA GENTE AQUÍ LE GUSTA VER LAS PELEAS DOS DÍAS DESPUÉS, GRATIS Y EN LA TELE, O EN UN CANAL QUE PAGAS CINCO EUROS AL MES Y VES TODAS LAS PELEAS"

GQ: Claro, la lucha senegalesa es otro mundo.

J.E.: Después de aquello dices tú: “Venga ya Juanillo, si esto tampoco es tan complicado”. ¿Sabes? Después de analizar los años que yo estuve peleando en Senegal pues lo relativizas todo.

GQ: ¿Cuántos años estuviste peleando en Senegal?

J.E.: Tuve siete victorias, cero derrotas y estuve como cuatro o cinco años peleando allí, además de los entrenamientos. Allí no hay coherencia en los entrenamientos. Aquello es que al tío le da por decir: ¡Setecientas sentadillas! (Risas).

GQ: A la africana, ¿no?

J.E.: Así, y luego al rato dicen vamos y venimos hasta allí 50 veces. “Pero ¿cómo vamos y venimos 50 veces 100 metros en cuclillas?”, tú te preguntas. Pero es que luego sigue y dice: “Y después 500 sentadillas”. Y tú te dices: “¿Pero por qué 500? ¿Por qué no cien o porqué no 2.000 mil? (risas)”. Que los quiero un montón, que quede claro, porque los senegaleses me han tratado genial, pero bueno, era… Yo creo que la lucha senegalesa fue lo más duro, mucho menos profesional pero sí mucho más dura. Eso sí, me ayudó mucho en la capacidad de resultados.

GQ: ¿Tuviste alguna mala experiencia allí en África?

J.E.: He tenido malas experiencias en muchos deportes en muchas modalidades y en muchos países entonces. ¿En África? Bueno, me picó un mosquito peligroso. También fue algo complicado siendo el único blanco, el primer y el único blanco que ha peleado allí. Hacer carrera allí fue muy difícil. El tema del racismo no va vinculado al color de la piel sino a la ignorancia. Ignorantes hay en todos lados. Pero a mí Senegal es un país que me encanta, que recomiendo a todo el mundo visitar porque es precioso. También sufrí racismo en Brasil, por eso digo que… Allí en Brasil cuando hice yuyitzu o cuando estuve en Rusia. En fin, siempre hay ciertos ignorantes.

GQ: Y después de todo esta andadura profesional, llegas a la meta, la UFC. ¿Qué cifras económicas se manejan?

J.E.: Depende mucho del contrato que tengas. Por ejemplo, Alistair Overeem gana 800 mil euros por pelea.

Camiseta de algodón de American Vintage, vaqueros de Levi's y zapatillas adidas Stan Smith.
© Felipe Hernández

GQ: ¿Gane o pierda?

J.E.: Gane o pierda. Entre los campeones, por ejemplo, la última pelea de Khabib fueron 6 millones de dólares. Pero estamos hablando de los súper top. Luego baja mucho. Se pueden ganar 100.000 dólares más el bono de la noche, de los que se reparten tres o cuatro a los campeones. Se mueve dinero. No como en la NBA o en la liga de fútbol, pero se mueve bastante pasta. Yo la verdad es que no me quejo.

GQ: Hay alguna gente que sí se quejan por el nivel que exigen.

J.E.: Ellos quieren meter a los mejores peleadores del mundo y tener sus mejores peleas. Como pierdas dos o tres, fuera, ¿sabes? Aquí no estamos para tonterías en plan: “No, ahora ayúdalo un poco”. No, esto no es la Fórmula Uno, de trescientos kilómetros por hora para arriba. Aquí no hay medias tintas… El que entra en UFC entra para lo que entra, entras para ganar todas tus peleas, para estar entre los mejores o vete buscando otra liga. “No es que a fulanito lo echaron por no sé qué…”. No, no, no, no, aquí no hay 'no sé qué'.

GQ: Ganas o ganas.

J.E.: Ganas o ganas y si no ganas fuera y si molestas fuera también. Digamos que es una especie, en parte, de monopolio, pero muy bien llevado porque tampoco es que sean unos tiranos. Sí es verdad que, bueno, ellos son una liga privada y ellos la manejan. Así que si quieren promocionar a un peleador o no o tal y cual pues tienes que entender que esas son las normativas y es lo que hay si quieres. Si no, te puedes ir a otro lado.

GQ: ¿Una forma de mantener la excelencia?

Juan: Claro, y también una manera de controlar un poco a los peleadores para que no haya asociaciones de peleadores que exijan más de lo que deban exigir. Mi opinión es que nos tratan muy bien. Evidentemente, el tema de los cobros podría ser mejor pero bueno, yo no me voy a meter en eso. La realidad es que hoy por hoy es el evento que más paga.

GQ: Y entre los países a los que os movéis con la UFC ¿estará España alguna vez?

J.E.: Se hablado mucho de esto. Todo el mundo quiere que se haga una UFC en España. Yo también. Pero ¿cuántas personas pagan el pay per view para ver las peleas? A la gente aquí le gusta ver las peleas dos días después, gratis y en la tele, o en un canal que pagas cinco euros al mes y ves todas las peleas. Hay unos requisitos de consumo del evento que no se cumplen. Eso lo primero y segundo: tiene que haber una estrella, tiene que haber alguien que sea capaz de traer el evento al país. En realidad, UFC está interesado en hacer algo en España. Como todas las ligas internacionales quiere exportar su producto fuera. Pero han sucedido varias cosas, que no está bien que las diga ahora, que lo han frenado… De momento, no hay nivel en España para pelear en UFC. De momento, complicado.

GQ: No hay cultura de ello tampoco.

J.E.: Primero, no hay gimnasios de calidad. Se está trabajando pero somos bastante mediocres. Para que este deporte avance necesitamos que la gente salga fuera, que entrene fuera, que obtengan conocimientos y luego los traigan aquí.

GQ: ¿Hay alguna fórmula para llegar al nivel que estás tú?

J.E.: Pues te tiene que coger un muy buen promotor y tener talento. Que te ayude a hacer la carrera, a llevarla bien, tener diez o quince peleas de MMA, peleas para sumar con otras de interés y cruzar los dedos. No es tan sencillo… No existe un camino.

GQ: Y en cuanto al tema del peso. El bajar peso o subirlo antes de una pelea que ha llevado a luchadores al borde de la muerte… ¿Los pesos pesados también tenéis límite de peso?

J.E.: Depende. Sí, porque por ejemplo Greg Hardy y otros tipos vienen de 130 o 135 kilos, pero en la MMA no puedes pesar más de 120 kg el día del pesaje. Al día siguiente puedes subir algo… Hay cantidad de trucos para hacerlo. Por ejemplo, Silva pesaba ciento cuarenta y pico, se controlaba un poco, apretaba esos días, se deshidrataba y al final daba absolutamente clavado en 120 kg haciendo brujería, y al día siguiente, estaba en ciento treinta y pico otra vez. Pero en UFC cada vez están más controlados esos temas como la deshidratación. Pero claro, sí, la ventaja de tener un kilo más o de tener un poco más de fuerza en el combate hace que la gente se la juegue.

GQ: Eres especialista en varios estilos de lucha pero el grappling es uno de tus fuertes.

J.E.: Bueno las tres modalidades que manejan este deporte es el golpeo, la lucha y el suelo. Después están las transiciones, que es la parte que más nos falta en España porque, al no haber conocimientos tan técnicos, la gente que hace boxeo no sabe hacer lucha; la gente que hace lucha no sabe hacer boxeo luchando y el que hace grappling no hace grappling con golpes… Yo toda la vida he sido luchador, de lucha canaria, senegalesa, sirum, luchas libres, judo, de todas las modalidades. Después pasé al grappling. La mayor parte de mi vida estuve en lucha canaria, pero los éxitos quedaban en Canarias. En cuanto empecé con el grappling ya me vi en títulos europeos y mundiales. Era más visible.

GQ: ¿Cuántos campeonatos tienes?

J.E.: Tengo 8 campeonatos del mundo. Europeos no sé cuantos tengo. Gracias a todo este ruido, a este background, pues se oye igual decir: “Este tío es un grappler muy bueno”. A lo mejor tampoco era tan malo en lucha o es que como hice otra modalidad que no fue sonada pues no se conoce tanto. Pero esas dos capacidades, tanto la lucha como el grappling, las tengo bastante controladas. Grappling son agarres, extrangulaciones luxaciones, posiciones…

GQ: Y ahí es donde normalmente se terminan los combates.

J.E.: No siempre. Digamos que gran parte de los combates o un porcentaje muy alto terminan por K.O por golpes y otra gran parte que por sumisión, que es más o menos similar. O sea, que están a la par.

¿Te gusta este artículo? Compártelo