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Gascoigne, el ídolo díscolo e irreverente

Hace mucho que Paul Gascoigne (Gateshead, 1967) dejó de ser portada por sus éxitos deportivos. Alcohol, drogas o detención han sustituido a gol, título o ídolo como sustantivos que acompañan al nombre de quién fue uno de los mejores centrocampistas en la década de los 90’ en los titulares de los tabloides británicos.

El pasado verano, las fotos en las que la policía recogía a Gazza de la calle para acompañarlo al hospital causaron gran conmoción en el mundo del fútbol. Estaba irreconocible. Poco o nada quedaba de aquella estrella del deporte rey. Las imágenes hablaban por sí solas. Tampoco sorprendieron a nadie. Hacía ya tiempo que Paul no tenía una vida normal.

Desde su retirada de los terrenos de juego en 2004, sus escándalos han sido continuos. Le han intentado ayudar muchas veces. Unas, se ha dejado. Otras, no. Siempre ha recaído, dejando la sensación de que lejos de querer abandonar sus problemas con el alcohol y las drogas y comenzar una nueva vida, Gascoigne ya sólo tiene tiempo para autodestruirse.

Dicen, que de aquellos polvos vienen estos lodos. Quizá, esta actitud que pocos han entendido, ni entienden, tiene su origen en su infancia. Ésta fue complicada. El bueno de Gazza nació en el seno de una familia de clase baja. Varios cambios de domicilio; la muerte de un amigo, de la que fue testigo directo; o el fallecimiento de su padre, marcaron sus primeros años de vida.

Sin embargo, su destreza con el balón en los pies parecía que le ofrecería una salida a su situación. Gascoigne destacó sobre el resto de compañeros en las categorías inferiores del Newcastle. Quienes entendían de fútbol, sabían que Gazza iba para estrella. Que era un genio de esos que de vez en cuando aparecen en escena. Lo sería, tanto para lo bueno como lo malo.

Desde sus inicios, la polémica lo acompañó. Junto a su habilidad sobre los terrenos de juego, Paul desarrolló un trastorno de obsesión compulsiva. Su mala conducta le creó problemas en todos los equipos en los que estuvo. Por el contrario, su carisma y el cariño de los aficionados siempre le dieron una segunda oportunidad.

Como futbolista, poco se le puede reprochar. Gascoigne jugó en el Newcastle (84-88), Tottenham (88-92), Lazio (92-95), Glasgow Rangers (95-98), Middlesbrough (98-00), Everton (00-02), Burnley (2002), Gansu Tianma (2003) y Bolton (04-05). En total, marcó 110 goles en los 468 partidos oficiales que disputó.

Con la selección de Inglaterra, sus números fueron de 10 tantos en las 57 ocasiones que fue internacional. Participó en las fases finales del Mundial Italia 90 y la Eurocopa Inglaterra 96. No fue convocado para Francia 98, donde sus goles y juego habían sido decisivos en la fase de clasificación. La razón, la publicación de unas fotos suyas en estado de embriaguez a altas horas de la madrugada una semana antes de la cita mundialista.

Sin embargo, la mayoría de las portadas que lo acompañaron a lo largo de su carrera no estuvieron relacionadas con sus éxitos deportivos, que fueron muchos. La prensa sensacionalista británica tuvo en su figura un filón casi diario con el que aumentar sus ventas. Su comportamiento díscolo e impredecible era una mina de oro para sus tiradas.

Actualmente, Gascoigne sigue jugando el partido más difícil de su vida. El alcohol y la cocaína siguen siendo sus compañeros de viaje. Los problemas con la justicia siguen añadiéndose a su currículum. Como pasa con todo ídolo, sus seguidores siguen creyendo en él. La pregunta es si Gazza sigue creyendo en Gascoigne.

Nota de Intrafutbol

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