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Otra vez Sergio Ramos y el VAR acercan LaLiga al Madrid

El Madrid acaricia el título tras una victoria trabajada, como todas, en el mediodía de Bilbao. Argumentos parecidos: solidez defensiva, gran seguridad, y aprovechamiento máximo del ataque y del balón parado, con otro gol (diez lleva en Liga) de Ramos de penalti revisado por el VAR. El Madrid se impone con mucho trabajo colectivo, sin público y con la justicia tecnológica, de formas nuevas, pero encontrará la vieja polemica de siempre.

El alfa y el omega de la primera parte fue Benzema. Benzema fallando sonoramente. Aunque sus entusiastas esto lo suelen callar y dejan los alaridos para cuando Benzema «la pincha» o para cuando Benzema «baja a recibir».

Una fue un remate fallido, cuellicorto, de cabeza a pase de Carvajal tras el rechace de una falta de Asensio en el minuto 3. Era un remate difícil, pero tenía la portería a placer.

Otra fue en el 46, tras rematar como si fuera una piñata un pase maravilloso de Asensio desde la izquierda.

Maravilloso es un adjetivo inflacionado que hay que usar con mucha prudencia, pero es que el pase lo merecía. Con rosca, con poso, con la fuerza inicial justa y con la inercia final necesaria. Una preciosidad. Hizo otro además Asensio, desde la izquierda, altanero, con bote puñetero, que remató Rodrygo sin acierto en el segundo palo.

Porque el Madrid empezó como acabó contra el Getafe, con ellos en las alas. Y esos pases reencontrados de Asensio encontrando cabecedeadores que no se los esperaban, desacostumbrados, fue lo mejor ofensivamente del Madrid e la primera parte.

Salió con una presión alta sorprendente para ser un partido a las 2 de la tarde en el julio español. Imprudencia del horario televisivo que el Madrid quiso afrontar con la pelota, con mucha posesión y triangulación para que corriera el Athletic.

San Mamés, vacío, regalaba su acústica las instrucciones, interjecciones y lamentos de los futbolistas. Se les oía tan claro que sobraba todo comentarista.

El Athletic llegó quizás con más claridad que el Madrid. Un centro bilbaíno clásico lo remató Raúl García desde su segundo palo, y la paró bien Courtois, o Tibu, como le llama Ramos.

Williams tuvo otra buena ocasión en el 23. El juego del Athletic cargó más por su derecha, pero encontró a un buen Militao que le ganó en carrera, por alto y a veces quieto, a porta gayola, con una autoridad que sorprendió.

El partido era prudencia bajo un sol antifutbolístico; la pausa de hidratación estaba justificadisima. En algunos futbolistas se notaba una consunción nueva. Modric tenía cara de esfuerzo mundialista.

Las embestidas entre Raúl García y Casemiro tenían algo mitológico. Sin el aliento del público, que jalea sus choques habitualmente, entre los dos se observaba una solidaridad de colegas.

En el Madrid gustaba la seguridad de Militao, los centros de Asensio sin rematador apto, y las maneras de Rodrygo, que sin culminar sus jugadas sí demostraba una audacia copiada a Vinicius. Su querencia por el reto personal y la verticalidad como única alternativa.

Pero el partido tenía, como están teniendo casi todos en esta reanudación, pero más aún, más marcadamente, un algo de maduración, de trámite para la maduración del partido, como si fuera una chirimoya reblandeciéndose al sol de julio.

Tras el descanso, el partido siguió muy parecido hasta el 60 más o menos, que es cuando se resuelven los partidos. El Madrid estaba serio y pasaba de la presión a la «compresión», a juntarse en defensa. Algún centro de Asensio y poco más. No sufría ante el Athletic. Este Madrid tiene una superioridad defensiva que se genera en el eje Courtois-Ramos-Casemiro.

En el 60 se electrizó algo más el partido. Hubo una gran jugada de Rodrygo por la banda; volvió a intentarlo minutos después en el 63. El partido se abría por el cansancio y por la voluntad de los dos equipos. En el Athletic se veía, por ejemplo, en los cambios, ya movía el banquillo; en el Madrid se podía percibir en cómo Carvajal se iba al ataque otra vez.

Cuando cambio todo, en el 70, el Madrid llevaba unos minutos atacando de un modo ya decidido al rival, con más insistencia. Por eso no es del todo azaroso que en el minuto 70 el árbitro se echara la mano al oído, al pinganillo. El VAR le avisaba de una jugada revisable , una en la que no había reparado que dejó a Marcelo en el suelo. Cuando entraba en el área, Dani García le ponía el pie.

Señaló penalti y lo marcó Ramos , esta vez ajustándolo al palo y de tiro calculadísimo y fuerte. Se señaló el escudo y Casemiro quedó de rodillas en el centro del campo. Se estaba celebrando algo más que un gol.

Habrá polémica porque minutos después, Ramos pisó a Raúl García en el área y no se pitó nada . No había voluntariedad ni el protagonismo del balón, pero será suficiente para que haya discusión.

Y esa discusión servirá para no hablar de las evidencias. El Madrid se hizo rocoso, se juntó y sacó espolones como un animal del desierto y no hubo peligro del Athletic, que apenas tuvo un intento de De Marcos. Estuvo más cerca el segundo del Madrid con llegadas de Kroos o Benzema. Zidane ya había renovado las alas y Vinicius y Lucas le daban más trabajo, si cabe, a ese armazón que está ganando una Liga por la defensa y desde la defensa.

Del orgullo local quedó constancia por las rencillas y pequeñas trifulcas finales. El Madrid estaba ganando una Liga en San Mamés y de alguna forma se tenía que notar.

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